Page 22 - Revista Yucatán Noviembre 2023
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Tenemos leyes que dicen proteger a mujeres, niñas, ni- ños, ancianos, personas con discapacidad, y ahora se ha- bla de la Ley de Protección y Bienestar Animal para la Sus- tentabilidad contra el maltrato y abandono de mascotas.
¿Usted qué cree? ¡Para mí es una ley más! Todo es cuestión cultural, de educación, compromiso y la aplica- ción estricta de las normas... algo imposible en nuestro país.
En Islandia, país muy pequeño, de primer mundo, tener cualquier tipo de mascota (perro, gato, hámster, ave, etc.) es un compromiso estrictamente legislado, vigilado por las autoridades, respetado por los ciudadanos y es altamen- te costosa la manutención. Durante mi visita por aquellas tierras, no vimos muchos perros, sólo a uno atrapando un disco volador con su amo en un parque, y a tres pasean- do, todos traían correa y chip (por cierto, antes estaban prohibidos los perros). ¡Eso sí! Vimos a más gatos libres: hermosos, gordos por tanto pelo, pues hay mucho frío ahí; también, todos con sus correas y sus chips.
“Nueva” en casa Aunque está viejita
Por Silvia Zavala
Atropellada, se refugió bajo mi auto estacionado en la puerta de la casa, permanecía tirada en el charco del fuerte aguacero... se estaba mu-
riendo. Se me apachurró el corazón: Mañana hablo a Ayuntatel para que vengan por ella, dije.
Volviendo a la historia: a la mañana siguiente de aquella noche lluviosa, vi que la perrita aún se movía. ¡Dios mío!, ¡pobre animalito! No quise mover mi carro y me fui hacer una diligencia a pie, cuando regresé después del mediodía, se- guía tirada con un botecito de agua que un buen samaritano le dio. Me acerqué, alzó su cabeza, corrí a la cocina, le invité a un poco de potaje y lo devoró. Estaba lastimada, no muriendo. Moví un poco mi carro y se arrastró para cubrirse del fuerte sol. Muy cerca de mi casa hay una clínica veterinaria, le pedí ayuda para rescatar a la pe- rrita y el joven contestó que “ellos no atendían a esa clase de perros”. Hablé a otra veterinaria famosa que me recomendó mi hija (frente a la iglesia de San Judas Tadeo) y me dijeron que sí, pero nunca llegaron; hablé a una tercera, pero me dijeron que son peluquería, no veterinarios.
Cuando llegó mi hija llamó al 911, explica- mos lo que sucedía, en un ratito llegaron unos amables patrulleros que en un santiamén saca- ron a la perrita que dócilmente se dejó manejar. Hasta vergüenza sentimos, pero sólo queríamos que nos ayudaran a ayudarla, teníamos temor que al jalar a la perrita lastimarla aún más y/o nos mordiera. Ya dentro de la casa, era nuestra responsabilidad.
Llegó un muy joven veterinario –cuyo em- prendimiento se llama “Dogtor Koala”- y la checó, no estaba rota su cadera, sólo su patita trasera estaba mal ya que es una perrita mayor, pues le calculó nueve años. La atendió, me dejó la receta para sus medicamentos y me preguntó por su nombre: No tiene nombre, la acabo de rescatar, pero la voy a llamar “Nueva” en nues- tro hogar y como sarcasmo por estar viejita, le respondí.
Con ella, ya son tres perritas malixes (esos que mucha gente desprecia) en casa, con las que a diario tengo que lidiar, pero como me gustan, no hay problema, además son un com- promiso moral el quererlas, cuidarlas y propor- cionarles la atención que requieren. Ahora Nue- va ya corre con sus cuatro patitas, pero cuando se acuerda, la muy manipuladora empieza a ca- minar con tres; además ladra y alborota al igual que Corina y Dominga, ¡cuando llego a casa me reciben con tal felicidad!
Los perros son seres que, a pesar de sufrir total abandono y maltrato, siempre mueven su colita de felicidad y amor, fieles, incapaces de traicionar.
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