Antonio Prats González, de 64 años de edad, ha sido boleador de zapatos durante 16 años en Mérida; es oriundo de Tabasco y a los 24 años llegó a la ciudad, trabajando en una empresa dedicada a la tablarroca.
Al ver que su profesión se hacía más competitiva y con posibilidad de desempleo, decidió trabajar lustrando zapatos en el Centro Histórico.
“Al principio se sintió gacho pasar de una profesión importante a bolear zapatos, mis excompañeros pasaban donde estaba trabajando y se burlaban de mí, pero me fui acostumbrando, ya que todo trabajo es honrado”, expresó Antonio.
José Olegario Canché Bacab lleva ya 30 años en la boleada, empezó en 1994. Tenía 40 años cuando se inició en el oficio.
Anteriormente se dedicaba a lavar los autobuses en el ADO, pero cuando vendieron el lugar José perdió su empleo y se dedicó a la boleada.
En 1936 se fundó la UACF, que representaba a miles de lustradores en Ciudad de México, y el 23 de julio de 1964 ocurrió lo propio con la Unión de Aseadores de Calzado de Mérida.
Durante ese tiempo eran 90 boleros en toda la ciudad, aunque con el tiempo fue reduciendo su número, en 2008 eran 40 y actualmente llegan a casi 10 boleros en toda la ciudad.
Antonio entró en 2008 gracias a las recomendaciones de sus colegas. “Era cliente, iba a lustrarme los zapatos y con el tiempo llegué a tener gran amistad con ellos”.
“Cuando les comenté que estaría desempleado me invitaron a ser parte del sindicato, han sido muy amables y ha habido compañerismo entre nosotros durante estos años”.
Las nuevas generaciones ya no usan este servicio de lustrador de zapatos, es una profesión en extinción debido a las nuevas y distintas tendencias de calzado.
La mayoría de los clientes que usan este servicio son adultos mayores, oficinistas o personas que confían sus zapatos finos a un boleador.
“Le he boleado los zapatos tanto a alcaldes como gobernadores, me gusta este trabajo porque conozco gente, contagiamos nuestras alegrías”, expresó José.
“Este oficio no es fácil, venir a sentarse aquí mientras llega un cliente no es fácil, es como la lotería. Ha habido días donde sólo ha sido una boleada y de ahí ver cómo salvar el día. Gracias a la familia he salido adelante y logrado vencer obstáculos”, comentó Antonio.—
En Portada: José Olegario Canché Bacab lleva tres décadas como boleador en Mérida, oficio que se encuentra en riesgo de desaparecer
Fuente: Diario de Yucatán