Por Hugo Espósitos
La salud mental de niños y adolescentes es un componente esencial del bienestar general y una piedra angular para la construcción de sociedades saludables y prósperas. A menudo relegada a un segundo plano en comparación con la salud física, la salud mental es vital para el desarrollo integral de los individuos y las comunidades, por ello, invertir en salud mental desde edades tempranas no sólo mejora la calidad de vida de las personas, sino que también previene problemas sociales críticos como las adicciones, la violencia y el suicidio.
Cómo beneficia a nuestras comunidades
El bienestar social se refiere a la calidad de vida de las personas dentro de una comunidad, abarcando aspectos como la seguridad, la cohesión social, el acceso a servicios y la estabilidad económica. La salud mental, que implica un estado de bienestar en el cual el
individuo realiza sus capacidades, enfrenta las tensiones normales de la vida, trabaja productivamente y contribuye a su comunidad, es un indicador vital de este bienestar.
Los niños y adolescentes con buena salud mental son más productivos, creativos y capaces de mantener relaciones saludables, lo cual fortalece el tejido social. En contraste, los trastornos mentales no tratados pueden llevar a problemas graves como la exclusión social,
la violencia, las adicciones y el suicidio, que a su vez tienen repercusiones económicas y sociales significativas.
Por qué es importante prevenir
Invertir en programas de salud mental dirigidos a niños y adolescentes es crucial para la prevención de problemas futuros. Estudios han demostrado que intervenciones tempranas en salud mental pueden generar ahorros significativos en costos asociados a tratamientos
intensivos y servicios sociales. Según el informe “Prevención de trastornos mentales, emocionales y conductuales entre jóvenes” de Mary Ellen O’Connell, Thomas Boat y Kenneth E. Warner, cada dólar invertido en programas de prevención de salud mental puede generar ahorros de hasta siete dólares en costos médicos, educativos y sociales.
Adicciones
Las adicciones a sustancias como el alcohol, el tabaco y las drogas ilícitas son problemas de salud pública que afectan a millones de personas en todo el mundo, por ello, la prevención de adicciones comienza con la promoción de la salud mental y la educación emocional desde una edad temprana. Los programas que enseñan habilidades para la vida, manejo del estrés y resolución de conflictos ayudan a los jóvenes a desarrollar resiliencia y a evitar el consumo de sustancias como un mecanismo de afrontamiento.
Violencia
La violencia, tanto en el ámbito doméstico como en la comunidad, está estrechamente ligada a la salud mental, pues la falta de habilidades para manejar las emociones y resolver conflictos pacíficamente puede llevar a comportamientos violentos. Programas que promueven el desarrollo de la empatía y habilidades sociales son efectivos para reducir la agresión y mejorar las relaciones interpersonales.
Suicidio
El suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, y su prevención es una prioridad de salud pública, es por eso que la detección temprana de problemas emocionales y el acceso a apoyo psicológico son esenciales para reducir las tasas de suicidio. La Guía de Prevención del Suicidio 2022 del Gobierno de México y otros programas similares se enfocan en la educación y la intervención temprana para abordar este problema.
Una inversión inteligente
Además de los beneficios directos en la calidad de vida, invertir en salud mental tiene importantes ventajas económicas. El metaanálisis “El impacto de la mejora del aprendizaje social y emocional de los estudiantes”, de Joseph Durlak et al. (2011), encontró que los programas de aprendizaje socioemocional en escuelas pueden generar un retorno de inversión de aproximadamente once dólares por cada dólar invertido. Estos ahorros provienen de la reducción de problemas de conducta, mejora en el rendimiento académico y menor necesidad de intervenciones costosas.
Por su parte, Cathrine Mihalopoulos et al. (2015) en “Evaluaciones económicas de intervenciones diseñadas para prevenir los trastornos mentales: una revisión sistemática”, concluyen que las intervenciones preventivas en salud mental pueden ahorrar entre cinco y nueve dólares por cada dólar invertido, considerando ahorros en servicios de salud, educación y bienestar social. Estos datos subrayan que la inversión en salud mental es no sólo una cuestión de justicia social, sino también una estrategia económica inteligente.
En resumen
La salud mental de niños y adolescentes es un indicador crucial del bienestar social. Invertir en programas de prevención y promoción de la salud mental desde edades tempranas no sólo mejora la calidad de vida de los individuos, sino que también previene problemas graves como las adicciones, la violencia y el suicidio. Además, estas inversiones generan importantes ahorros económicos a largo plazo, contribuyendo a la sostenibilidad y prosperidad de la sociedad en su conjunto. Por tanto, es fundamental que todos los actores de la sociedad integren la salud mental en sus acciones y programas para construir comunidades y ciudadanos con mejores herramientas para construir la sana convivencia y la cultura de la paz.