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El jade en Mesoamérica: la piedra sagrada y de poder

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El jade en Mesoamérica: la piedra sagrada y de poder

El jade fue una piedra fundamental en el universo cosmogónico y político de las antiguas culturas mesoamericanas. ¡Conoce más sobre este mineral!

Es común ver hoy en día a lo largo y ancho de los museos en México, diferentes piezas arqueológicas hechas de jade. Prácticamente a lo largo de toda su historia, en la antigua Mesoamérica dicha piedra fue de uso generalizado. Todas las antiguas culturas prehispánicas la emplearon como un elemento importante no solo de indumentaria, sino también en el ámbito ritualístico y religioso ¿Por qué?

Cuenta de jade. © Museo Amparo.

¿Qué es?

En la arqueología, el término jade comúnmente incluye una serie de piedras verdes. Entre ellas se encuentran la serpentina, la jadeíta, la crisopasa, la cloromelanita y diversos tipos de cuarzos. A este conjunto se le denomina «jade cultural» o «jade social», por su empleo en las antiguas sociedadescomo elemento de estatus y sacralidad. Sin embargo, en términos minerales, el jade abarca sólo dos tipos de rocas: la nefrita de Asia y los silicatos de sodio y aluminio, del grupo de los piroxenos, que originan el jade jadeítico propio de Mesoamérica.

Adorno central, joya hu’unal, de la diadema de Kinich Janaab’ Pakal, símbolo del dios del maíz maya. © Fotografía: Luis Martín Martínez, Archivo del Laboratorio de Conservación del Museo Nacional de Antropología, INAH. Raíces.

El jade en Mesoamérica

De todos los materiales preciosos disponibles, ningún otro estuvo tan arraigado en la antigua Mesoamérica como el jade. Como hemos comentado, estrictamente hablando dicha piedra antigua es jadeíta, un mineral del grupo mineralógico de los piroxenos. También se le encuentra en Birmania o Myanmar. En comparación con la nefrita, la piedra que se utilizaba en la antigua China, la jadeíta es más sólida y tiene una gama de colores más amplia e intensa, entre ellos ricos púrpuras y brillantes verdes esmeralda. 

Río Motagua en Guatemala. © AGN.

En Mesoamérica, las únicas vetas conocidas provienen del valle del Motagua Central, región situada al este de Guatemala. Aunque la fuente del jade azul olmeca ha sido objeto de cierta discusión, se le ha documentado también en esta región recientemente, abarcando la cuenca del río El Tambor, el cual conecta con el río Motagua. Por ello, el control de las rutas de acceso fue muy importante, tal como lo atestiguan la evidencia arqueológica de Teotihuacan, así como los códices y registros de tributos de los mexicas.

Lámina de la Matrícula de tributos donde se observan cuentas de jade o chalchihuites.

Significado y simbolismos

Para los pueblos mesoamericanos, el jade representaba la respiración, la vida, la fertilidad y el poder. La asociación de los tonos verdes más brillantes con su uso por parte de la aristocracia, indican que consideraban al jade verde como la piedra más valiosa. Curiosamente, durante los doscientos cincuenta años de la dinastía Qing en China, esta piedra brillante fue de uso exclusivo del emperador y su familia. En Mesoamérica, el verde más deslumbrante de este mineral también fue usado exclusivamente por los gobernantes y los nobles.

Máscara funeraria del rey Pakal de Palenque. © INAH. Secretaría de Cultura.

El jade también estuvo presente en ofrendas funerarias y propiciatorias. Formó parte del atuendo de los personajes de la más alta jerarquía. Incluso existía un difrasismo (recurso retórico que utiliza dos palabras para formar una tercera) en el náhuatl: “la cuenta de jade, la pluma de quetzal”. Éste se utilizaba como metáfora de las cosas más preciosas, material y espiritualmente. El oro y la turquesa fueron también muy importantes en Mesoamérica, pero no alcanzaron la importancia de la bella piedra verde.

Máscara o pectoral funerario del dios murciélago, encontrado en Monte Albán y exhibido actualmente en el Museo Nacional de Antropología. © Adrián Hernández. Wikipedia

Además hay que anotar que desde la época olmeca, el jade fue asociado con el agua. En especial se le relacionó con la idea del agua primordial, atesorada en el interior de los montes (el famoso altépetl) y capaz de traer fecundidad y riqueza a los hombres. La cuenta circular con una perforación en el centro, llamada en náhuatl chalchíhuitl (castellanizado como chalchihuite), fue la representación más abstracta de la idea de agua y fertilidad. 

Conjunto de figuras de jade olmeca de la Ofrenda 4 de La Venta. © INAH. 

Finalmente, el jade (y el chalchihuite en particular) se asoció también con otro líquido precioso, el que usaban los hombres para retribuir y alimentar a los dioses: la sangre derramada en los sacrificios. De ahí su estrecho vínculo con lo divino, como elemento de asociación con las deidades, el inframundo, además del ciclo vital de los hombres y el Universo. 

Efigie en jade del dios Xólotl, con el glifo del chalchíhuitl. © Landesmuseum Württemberg, Stuttgart, Alemania. Raíces.

Fuente: Arqueología Mexicana


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