Por Eduardo Lliteras Sentíes.
Más reuniones de tintes mediáticos en el Vaticano. Desde el jueves se reúnen 150 purpurados del planeta para dizque afrontar la crisis, inacabable, de las violaciones a niños y niñas realizadas por sacerdotes y monjas en todas las diócesis del mundo. Algunas agencias, la llaman “una reflexión sobre la pederastia en el Vaticano”, lacónicamente.
En efecto. El Papa Ratzinger se reúne desde hoy viernes con 150 cardenales de todo el mundo para hablar sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y monjas pederastas que se han ido descubriendo alrededor del orbe en la última década a pesar de la censura y persecución del Vaticano y la Iglesia Católica contra los pocos periodistas que comenzaron a descubrir y publicar los bien escondidos secretos de los delicta graviora. Una auténtica cacería desató el Vaticano contra los periodistas que denunciaron los primeros casos. Se valió el Estado religioso de todos sus hilos de poder, los que movió tras bambalinas, para obtener la remoción de numerosos periodistas de las redacciones y para cancelar noticiarios, columnas y notas incómodos.
No es la primera vez que un Papa se reúne con cardenales para afrontar el tema a puertas cerradas. Ya ocurrió con Juan Pablo II. Sin embargo, nunca, un número tan elevado de cardenales, se había reunido con un Pontífice y menos con Ratzinger para oficialmente analizar este tema desde que se conocieran el pasado año los informes gubernamentales de las comisiones investigadoras «Ryan» y «Murphy» en Irlanda, que desvelaron décadas de violaciones y de todo tipo de abusos y agresiones contra cientos de niños irlandeses, perpetrados por curas en ese país, sobre todo en la archidiócesis de Dublín entre 1975 y 2004.
Benedicto XVI ha pedido “perdón” públicamente en varias ocasiones a las víctimas diciendo que los culpables deberán responder ante Dios, pero en realidad el Vaticano ha hecho de todo para ocultar a los sacerdotes abusadores trasladándolos de una diócesis a otro, de un país a otro, mientras se multiplicaba el daño. Ahora, a la Santa Sede no le ha quedado de otra más que admitir que las leyes civiles sean aplicables para los curas violadores y ha aprobado nuevas normas para que los casos dizque no vuelvan a producirse.
Sin embargo, las asociaciones de víctimas de abusos eclesiales que han ido surgiendo en numerosos países lo consideran insuficiente. Y no sin razón, ya que las penas son más de boca para fuera (un rimbombante discurso) que una realidad y la disposición para colaborar con las autoridades una bonita oración sin auténtico compromiso en los hechos, como lo demuestra el caso emblemático de los Legionarios de Cristo, a la que el actual Papa está encubriendo.
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