Page 23 - Revista Yucatán Abril 2023
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insatisfecha por ser incapaz de hacer algo para impedir la venta.
Escuché que la casa pararía en manos de una familia extranjera: Qué bien, pensé en aquel momento. A pesar de que no volvería a entrar a ella, agradecía que continuase creando nuevos recuerdos para una nueva familia que la disfru- taría tanto como nosotros lo hicimos.
Grande fue mi decepción cuando me enteré que la casa sería un Airbnb más, con los típicos acabados modernos que tanto se viralizan en las redes sociales. Ahora, el hogar del abuelo será la nueva “Casa Menta” o “Casa Ceiba” de la 75: una vivienda de “centro” con las ameni- dades de un hotel 5 estrellas... con las mismas cajoneras y armarios deshabitados, y esos inso- portables pisos impolutos que gritan un vacío permanente.
La vivienda ya forma parte de esta ola de alojamientos con el mismo tipo de diseño que oscila entre lo moderno y lo minimalista; todas igual de desiertas, pero sin el infaltable de- corado de piedra de albarrada, o abundante chukum en sus silenciosas paredes.
A este tipo de casas las suelo llamar “fan- tasmas” por la cualidad fugaz y prácticamente invisible de sus transitorios habitantes.
La antigua calle, antes bulliciosa con una polvorienta tiendita de la esquina; las abuelitas amistosas siempre pendientes de quien cruzaba la escarpa; la pareja de viejitos sentados en la puerta mirando los coches y gente pasar... to- dos y cada uno de ellos se fueron... incluyendo a mi abuelo, y ahora también su casa.
En su lugar hay una nueva fachada de un du- razno chillón y un nuevo par de ventanas, que parecen ser carpintería antigua. La anticuada placa de nomenclatura que antes rezaba los apellidos de la familia, fue sustituida con el gran marco de esta nueva ventana, eliminando así cualquier rastro de nuestra existencia en aque- lla casa.
Pero, si ya no les pertenece... ¿de qué te quejas?
Edifiqué una relación amor-odio (hipócrita,
he de admitir) con Airbnb porque, aunque la uso, la aborrezco. Porque, aunque entiendo que trae muchos beneficios económicos para quienes rentan sus propiedades, también trae consigo cambios en la dinámica social de las co- lonias y barrios que dejaron de ser habitados y dieron paso a hileras de casas, prácticamente iguales las unas a las otras y con diferentes per- sonas en ellas cada día.
Este fenómeno encarece los servicios bási- cos de la zona para los pocos rostros conocidos que aún permanecen de pie; gentrificación, di- cen que se llama.
Cuando expreso mi pesar, algunos arguyen: Pero, si ya no les pertenece... ¿por qué te que- jas? Es que el cambio no duele, sino más bien el fin. Otros más refutan que esta transformación es parte del progreso; algo que debo afrontar. El progreso es un aspecto muy valioso, pero, ¿acaso tiene que meterse con tus recuerdos, con tu barrio, contigo?
Llámame negativa o nostálgica, pero, en de- finitiva, la cara de la colonia del abuelo cambió, la casa cambió, y Mérida también lo está ha- ciendo.
Desde la melancolía observo a una Mérida diferente; una Mérida lentamente construida – pareciese- por extranjeros y para extranjeros. Por el centro de la ciudad uno encuentra un sinfín de obras interminables de casas, calles y zonas de esparcimiento.
Cabe mencionar que no intento satanizar al turismo o la actividad per se; mucho menos a los nuevos habitantes de la ciudad. Es grandio- so observar que Mérida crezca tal cual como lo hacemos tú y yo; día a día hay una ampliación de servicios, mejoras continuas de espacios pú- blicos, oferta de ocio, etcétera. Y sí, hay mu- chos beneficios, pero esto... esto se ha vuelto personal. ¿Y por qué personal?, porque la casa de mi abuelo era valiosa para mí... emocional- mente hablando.
Simultáneamente, la metamorfosis que atra- viesa la ciudad de Mérida poco a poco me ale- ja de aquel sentido de pertenencia e identidad tan arraigado que impedía el alejarme de ella por sólo unas cuantas semanas... una ciudad que, por ratos, he comenzado a desconocer.
ABRIL /2023
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